Buen
día este es un cuento muy corto de ciencia ficción con el cual participé en un
concurso organizado por la radio estatal el año pasado, espero les guste.
Era febrero, gélidos vientos azotaban las partículas de variopintos
elementos de polución en contra de las instalaciones del proyecto Noah, creado
hacia ya 10 años como un organismo multinacional, eso fue cuando la humanidad
se rindió y consideró viable la propuesta de la Dra. Amélia Pereda, astro
bióloga portuguesa que por años promovió su otrora ignorada tesis de salvación.
Su
propuesta era simple y para algunos científicos denostada por ser más cercana a
la ciencia ficción que a la alarmante realidad que enfrentaba la raza humana,
la verdad era que ellos no querían aceptarla solo por orgullo, puesto que
el grito de auxilio que representaba era un grito manifiesto a su derrota.
A
través del proyecto Noah (Noé en hebreo) se enviaron incontables
naves a recorrer nuestra galaxia, cada una llevando un solo
pasajero, el más potente transmisor de ondas creado por el hombre, radiando
permanentemente una llamada de auxilio dirigida a nuestros hermanos mayores en
el universo.
El
origen del fin vino en 2028 con la llamada “Guerra Negra”, desesperada al
evaluar sus nulas posibilidades de victoria, la Gran Confederación Islámica
hizo arder la tierra, quemando la integridad de sus reservas petroleras,
entonces un oscuro invierno asoló al planeta por meses, sin embargo contra todo
pronóstico la humanidad prevaleció, la energía solar y la fisión nuclear
proporcionaron energía barata y renovable para todos, no hubo más gestas por el
petróleo, pero en 2042 se originó la “Primer Guerra Liquida”, ahora el recurso
más codiciado era la escasa agua en el planeta, tras tres guerras hubo una
exigua tregua.
Era
tarde, el planeta había pagado un alto precio, países enteros eran ya
inhabitables, pero tenían aún recursos naturales que brindar, entonces mediante
ingeniería genética se creó a los “Antropomorfos”, seres con características
animales para llegar a territorios que para el hombre ya estaban vedados.
Los
antropomorfos fueron explotados cruelmente, hasta que reclamaron sus derechos
con violencia, entonces llegaron las “Guerras bestiales”, por primera vez la
humanidad se unió ante un enemigo común, al borde de la derrota el “Frente
Humano” emitió un brutal ataque a través de un virus que destruiría al enemigo,
la microscópica espada blandida por el hombre fue incontrolable, atacó primero
a las abejas, ese fue solo el primer eslabón de la cadena, sin abejas no hubo
polinización y sin ella pronto perecieron otros seres vivos, hasta que
finalmente solo quedaron en pie los primates.
Para el
año 2061 el planeta era tan solo un páramo, la ciencia buscó la solución pero
era ya demasiado tarde, fue entonces que la Dra. Pereda señaló lo evidente, el
hombre no podía encontrarse solo en la vastedad del infinito universo, allende
nuestras estrellas se localizaba un hermano mayor, el cual si lo llamábamos
podría venir en una gigantesca arca a salvarnos para llevarnos con él a
recorrer el universo. Desde el día que se fundó el Proyecto Noah se venía
suplicando vanamente por auxilio.
En su
oficina ubicada en el segundo subnivel del Proyecto Noah, mientras revisaba los
monitores en búsqueda de un indicio de respuesta, el Dr. García Sánchez se
preguntó una vez más el por qué la ayuda estelar no había llegado, entonces
tras unos minutos de reflexión, como una larva que comienza a crecer, una idea
se instaló en su mente:
La
civilización contaba con más de diez mil años de registros históricos pero en
ninguno de ellos había una sola prueba fehaciente de una visita extraterrestre.
Sin
embargo tan apabullante verdad no era suficiente para descartar el que en un
universo infinito la vida se hubiera producido en más de un planeta, entonces
como un fulminante rayo, la verdad azotó al Dr. Nicolás García,
aniquilando cualquier vestigio de esperanza en su corazón.
El
hombre era el primogénito.
Por
supuesto existía vida en otros planetas circundando lejanas estrellas, pero
ésta estaba representada por bacterias o a lo mucho vida
inteligente que no había llegado más allá de la edad de piedra o apenas
iniciaban su revolución industrial en base al vapor.
Entonces
una lágrima se deslizó por la mejilla de Nicolás García Sánchez al momento en
que se percató que para la humanidad existía un deber escrito en las estrellas,
un glorioso destino al llevar la luz de la ciencia y el conocimiento a nuestros
hermanos en otros planetas en lejanas galaxias.
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