Bienvenidos.

Este es un espacio creado para tener interacción con todas aquellas personas que se interesen en la novela Para decir adiós: Las dos Princesas, publicada por Editorial Endira, la cual se encuentra a la venta en librerías de México y en todo el mundo mediante Paypal en compra directa aquí en el blog.

lunes, 11 de julio de 2016

Los médicos actuales, héroes o comerciantes





Bienvenidos al blog de mi novela Para decir adiós: Las dos Princesas, muchas gracias por estar de nueva cuenta compartiendo conmigo.

En días pasados tuve que asistir a realizarme diversos estudios médicos por un malestar que venía presentándose, aquello además de hacerme reflexionar sobre los “riesgos”  que implica a la salud el haber pasado de la cuarta década, mi hizo pensar sobre todo, en lo mercantil que se ha vuelto la medicina.

Admiro a los médicos, espero que mis palabras no se malentiendan, mis abuelos son médicos y tengo muchos parientes que lo son o están inmersos en carreras relacionadas, como la química, sin embargo la que debería ser la profesión más humanista del mundo desde hace tiempo ha dejado de serlo en pos de un sentido comercial.

médico brujo

Cuando mi abuelo materno, hoy de 87 años de edad, ejercía la medicina, su labor tenía que ver con sus ideas más tendientes al humanismo, él regalaba las consultas, a pesar de las quejas de mi abuela, quien para enmendar aquello tuvo que comenzar a cobrar las fichas en la farmacia que en ese entonces tenían, sin embargo mi abuelo encontró como burlar la tenaz fiscalización de su esposa.

Cuando el Dr. Francisco Aguilar consideraba que el paciente no tenía los recursos suficientes para solventar los honorarios, él mismo de su cartera devolvía la cantidad que previamente le había sido pagada a mi abuela.

Doña María Luisa no era para nada una mala persona, solo era más realista de que con el trabajo de mi abuelo tenían que solventar los gastos de una familia formada por ellos y cuatro hijos.



A pesar de las estrategias de mi abuelo para seguir obsequiando su trabajo a quienes lo necesitaban, su profesión le permitió vivir una vida desahogada y sobre todo acumular un gran cariño por parte de varias generaciones del pueblo, sentimiento que a pesar de tener varios años de no ejercer el Dr. Panchito, como cariñosamente le llaman, sigue sintiendo con diversos actos de cuidado de parte de vecinos y demás pobladores de su tierra natal.

Por el otro lado estaba mi abuelo paterno, un excelente médico también, que en sus primeros años de vida tuvo que bregar contra corriente, mi bisabuela era una mujer muy humilde de la costa de Chiapas, quien se casó con un joven maestro que había llegado ahí desde la ciudad de Comitán, lugar en donde existía un clasismo muy arraigado.



La familia de mi bisabuelo (blancos y acomodados) lo desconoció por haberse casado con una mujer humilde y morena, a los pocos años el Profesor Juan Jaime falleció y mi bisabuela y su hermana Naty, tuvieron que mantener a los seis niños que formaban la familia.

Mi abuelo tuvo una infancia de  muchas carencias y fue en mucho gracias a su tía Naty, quien era enfermera, que él pudo viajar a la ciudad de México para estudiar medicina, lo que en si para esa época consistía un enorme logro, les estoy hablando de 1940.

Cuando el Dr. Juan de Dios regresó a casa, cumplió el compromiso que tenía con su madre, trabajar duro para darle los mismos estudios al resto de sus hermanos, para cuando su hermano Javier también se graduó de médico siguió con el mismo esfuerzo y así sucesivamente lo hizo cada hermano hasta llegar a Guillermo el más pequeño, logrando con la ayuda de cada uno que todos tuvieron una carrera profesional.

Quizá aquello marcó a mi abuelo, para quien su carrera no debía ser netamente humanista sino un medio para poder darles a sus hijos una mejor vida de la que él tuvo de niño, sin embargo y a pesar de ello jamás dejó de cobrar solo lo justo por su trabajo.

Hoy día parece que muchos médicos tienen como única misión en la vida el enriquecerse dejando atrás el aspecto humano de su profesión.

Cuando alguien acude por atención médica es porque está en el momento más vulnerable, es decir podemos darnos el lujo de no buscar a un arquitecto, de no hacerlo con un ingeniero, incluso con un abogado pero no deberíamos hacerlo cuando se trata de nuestra salud.

Actualmente cualquier especialista en México está cobrando entre 700 y 1500 por consulta, es decir un aproximado de entre 35 y 70 dólares americanos, cantidad que para la inmensa mayoría de los mexicanos resulta imposible de costear.

A lo anterior hay que sumar estudios y medicinas, con lo que al enfermarnos y no contar con ningún sistema de seguridad social nos vemos comprometidos a gastar dinero con el cual no contamos, lo que irremediablemente nos lleva a endeudarnos o tener que enfrentar la enfermedad sin la debida atención.

La antigua práctica (la cual me consta por haberla visto con mis abuelos) de no cobrar la segunda consulta en la que solo se revisarían los resultados de laboratorio, ahora ya no existe, los últimos médicos con los que he asistido han vuelto a cobrar el precio integro por revisar los resultados de los estudios.

Como decía en un inicio, entiendo en cierta forma a los médicos, se que son muchos años de estudios y sacrificios que deben ser recompensados de alguna forma, pero me pregunto sin ninguna malicia ¿en realidad necesitan de tanto dinero para vivir dignamente?



En las últimas ocasiones que he asistido a especialistas he realizado un pequeño ejercicio, contar el número de pacientes que esperan la consulta para multiplicarlo por el precio de la misma, para después multiplicarlo por 26 días laborables al mes (considerando que no trabajen los domingos).

En una ocasión había 10 personas antes de que yo pasara, lo que hace que multiplicara: 11 x 800 x 26, lo que da como resultado la cantidad de:

$228, 800 (DOSCIENTOS VIENTIOCHO MIL OCHOCIENTOS PESOS M.N.)

Por supuesto a lo anterior hay que descontar el pago de asistentes e incluso de renta del consultorio, así como los gastos relativos al pago de congresos y actualizaciones, pero hay que sumar también las operaciones realizadas, con lo cual aún así este primer número se verá aumentado.

Y es precisamente en dicho ejercicio en el que radica mi cuestionamiento 

¿no les sería posible cobrar incluso un 50 % menos de lo que perciben por consulta?

Aun con ello seguirán teniendo ingresos por demás suficientes para llevar una vida desahogada.  

En el tiempo en que yo litigue, lo cual en parte disfrutaba por el reto intelectual que cada caso me otorgaba, pero me provocaba una verdadera y gran angustia  ante la responsabilidad que las personas que confiaron en esos momentos en mi me otorgaban al poner en mis manos su patrimonio o su libertad, siempre tal sentimiento de angustia me provocaba una gran empatía con la preocupación y dolor de las personas a las que representaba.

En el caso de los médicos, las personas ponen en sus manos su vida y  considero que se necesita tener el corazón muy duro para recibir a alguien enfermo, ver su situación económica y aún así despacharse cobrándole lo que constituye casi un mes de sueldo del salario mínimo en México.

Nunca olvidaré a un médico que me atendió en forma déspota, apresurado por despacharme para dar paso a la siguiente consulta, mismo al que al finalizarla me dispuse a pagarle y al intentar darle el dinero, me vio muy  ofendido con una expresión como diciendo:

 ¡Cómo crees que estas “santas” manos de médico pueden  ensuciarse con el dinero¡

Por supuesto, como no me dejarán mentir ocurre con casi todos los médicos, quien me cobró fue la recepcionista.

No pude sino imaginar al mismo médico al final de la jornada haciéndole el corte de caja a la chica de la entrada, contando concienzudamente cada uno de los muchos billetes ganados ese día.

Para la mayoría de los profesionales de la salud es ahora más importante contar con un vehículo de lujo del año que el poder ayudar a alguien que no puede costear sus honorarios.

Por supuesto existen excepciones que merecen todos mis respetos:

Para los estudios a los que me refería en un inicio el Q.F.B. Juan de Dios Domínguez Saldaña, no me cobró un solo peso  por exámenes en los que en cualquier otro laboratorio hubiera pagado $ 1,500.00 (mil quinientos pesos M.N.) aproximadamente 750 dólares americanos, le estoy infinitamente agradecido.

Cuando nació mi hija, el Dr. José Franicisco Aguilar Sepulveda, atendió el parto sin cobrarme tampoco ni un solo peso.

También en la ciudad en la que radico hay un excelente médico internista de nombre José Leopoldo Niño Mancilla, el cual previamente a la consulta hace llenar una hoja con diversos datos clínicos, la cual al final tiene la siguiente leyenda.

“Si usted no puede pagar mis honorarios, tenga la confianza suficiente para decírmelo, de todas maneras será atendido.”


Eso o vestirse de superhéroe para atender a niños con cáncer, como lo hace el Dr. Sergio Gallegos, en Zapopan, Jalisco es para mí lo que es ser un verdadero médico.


2 comentarios:

  1. Gracias. Amigo. Esta. Muy. Bonito. Gracias.

    ResponderBorrar
  2. Gracias por hacernos reflexionar sobre este tema y también para reconocer a héroes como ellos que verdaderamente conocen el amor por los demás.

    ResponderBorrar